RSA: el algoritmo que desafió al poder y nos dio una herramienta para resistir

Vivimos en un mundo donde, sin darte cuenta, estás dejando huellas todo el tiempo. Cada clic, cada búsqueda, cada movimiento que hacés con tu teléfono es registrado, analizado y muchas veces vendido. Cámaras con reconocimiento facial escanean rostros en calles, aeropuertos y tiendas. Algoritmos deciden si sos una amenaza, si podés entrar a un país, o incluso si te dan un préstamo. Todo esto sin que vos hayas dado un consentimiento real.
Y la mayoría de la gente, honestamente, ni se entera.
Pero nada de esto empezó ayer. Esta realidad —de vigilancia masiva y control digital— tiene décadas gestándose. Y por suerte, también existen personas que hace mucho lo vieron venir.
📜 El nacimiento de RSA: una chispa en medio del oscurantismo digital
Corría el año 1977. Estados Unidos seguía en plena Guerra Fría, y el acceso a la tecnología era algo reservado para universidades, gobiernos y grandes empresas. La criptografía —la herramienta para comunicarse en secreto— estaba fuertemente controlada por el Estado, como si fuera un secreto militar. Estaba prohibido exportar software de cifrado fuerte fuera del país.
En ese contexto, tres matemáticos del MIT —Ron Rivest, Adi Shamir y Leonard Adleman— crearon algo que cambiaría el juego para siempre: el algoritmo RSA, una forma radicalmente nueva de proteger información.
Por primera vez en la historia, cualquier persona podía cifrar un mensaje y enviarlo de forma segura sin tener que compartir una clave secreta con el receptor. Usando solo matemáticas y una computadora, era posible decir: “Este mensaje es solo para vos, y nadie más lo va a poder leer, ni siquiera un gobierno con todos los recursos del mundo.”
Era una revolución silenciosa. Y profundamente política.
🔥 ¿Por qué RSA fue (y es) tan importante?
RSA introdujo el concepto de criptografía asimétrica, una tecnología que hoy usamos todos los días —aunque no lo sepamos— para mantener seguros nuestros correos, chats, billeteras cripto, compras online o transferencias bancarias.
Pero su importancia no es solo técnica: es filosófica y ética.
RSA fue el primer gran paso hacia la autonomía digital. Su existencia probó que no hacía falta pedir permiso para protegerse. Que la privacidad podía ser construida por la gente, para la gente.
Eso es lo que entendieron muy bien los cypherpunks, un grupo de activistas tecnológicos que en los años 90 impulsó el uso de la criptografía como herramienta de libertad individual. Para ellos, cifrar no era solo una acción técnica. Era un acto de desobediencia civil, un grito silencioso contra el control centralizado.
👁️🗨️ ¿Y qué pasa hoy?
Estamos en 2025. Tenemos computadoras en el bolsillo, micrófonos en las casas, cámaras en cada esquina, y sistemas de vigilancia alimentados por inteligencia artificial que lo ven todo. Gobiernos y empresas trabajan juntos para rastrear movimientos, emociones, comportamientos. En muchos países, no se puede protestar sin ser identificado. No se puede opinar sin arriesgarse.
Estamos viviendo el sueño húmedo de los autoritarios, y mucha gente ni se da cuenta porque lo disfrazaron de comodidad: “lo hacemos por tu seguridad”, “para darte una mejor experiencia”, “para que sea gratis”.
Pero la pregunta es: ¿a qué precio?
🛡️ ¿Qué podemos hacer?
Volver a las raíces. Volver a la filosofía cypherpunk. Entender que la privacidad no es un lujo, es una necesidad para cualquier sociedad libre.
RSA nos recuerda que no estamos indefensos. Que las herramientas existen. Que todavía podemos elegir proteger nuestros datos, nuestras palabras, nuestras ideas.
Pero no alcanza con entenderlo. Hay que actuar. Hay que aprender, enseñar, cifrar, compartir.
Porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer por nosotros.
📎 «La privacidad es necesaria para una sociedad abierta en la era electrónica. […] No podemos esperar que gobiernos, corporaciones o grandes instituciones nos den privacidad por caridad.» — Manifiesto Cypherpunk, 1993
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